Hoy
me desperté y me di cuenta que llovía en el paraíso. Un día gris sin sonrisas
del sol ni caricias de una brisa cálida y cariñosa. Solo la nostalgia y
melancolía que arrastra el agua con cada gota. Será que la lluvia nos recuerda
al llanto, y de esta forma a las cosas por las que lloramos o nos quedan por
llorar. Si fuera así, me gustaría poder consolar al cielo compartir penas y
verlo brillar nuevamente. Al fin y al cabo, cuantas veces el fue testigo de
nuestros malos momentos y con simples sonrisas ilumino nuestro rostro sin pedir
nada a cambio. Hoy nos toca a nosotros, darle una alegría al mundo para que
sonría otra vez. Porque no hay mal que dure para siempre y lagrimas que no se
puedan secar… y como dijo Serrat:
“¡¡Hoy
puede ser un gran día!!”
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